María Raquel Cochez 


The Trouble With Food










El Cuerpo Como Campo De Batalla:

"Imposible pintar o captar la imagen de una mujer sin lidiar con el concepto de belleza"
–Marlene Dumas

"La belleza del rostro y el cuerpo atormenta, subyuga; esa belleza es imperiosa"
–Susan Sontag

"La belleza será convulsiva o no será"
–André Breton

"La belleza crea vergüenza"
–Vanessa Beecroft

"La gordura es vergüenza"
–María Raquel Cochez

Estas citas pueden servir como punto de partida para reflexionar sobre la muestra de obras recientes de María Raquel Cochez, titulada “The Trouble with Food” (el problema con la comida).* Mediante obras que abarcan toda una gama de medios –pinturas, un happening, readymades, autorretratos fotográficos, postales y un letrero de neón–, esta artista panameña radicada en Atlanta expone con desarmante honestidad sus sentimientos obsesivos de placer y desprecio en torno a su adicción a la comida.

Una de sus piezas más emblemáticas es el tatuaje permanente en uno de sus antebrazos. La frase It makes me feel like a pig (me hace sentir como un cerdo) apunta no solo a su vulnerabilidad y sentido del ridículo, sino al férreo compromiso de revelarnos su intimidad.

En la inauguración, cada visitante que entraba debía pesarse y llevar adherida a su espalda una calcomanía que indicaba su peso. Camareros ofrecían a los asistentes dulces varios y chocolates M&M’s impresos con las palabras “¡sí, sí¡”’ o “¡no, no!”

Ya en “Life Performances” (performances de la vida), título de su exhibición en 2006, y en varias colectivas anteriores, diseccionaba el dilema personal que la obliga a vivir sometida a los drásticos ciclos de subida y bajada de peso, e incluso a someterse a intervenciones quirúrgicas (que la artista convirtió en fotoperformances). También ha trabajado con otros traumas que buscan resaltar, en sus palabras, “la conexión que siento con otras mujeres y niñas” ante un sinnúmero de “miedos, sentimientos de humillación, fantasías secretas, inferioridades personales, tragedias que quisiéramos olvidar”.

Pero esta vez se concentró del todo en su adicción personal, si bien incluye a otras mujeres –siempre mujeres– con problemas similares. Mis amigas –serie de coloridas postales de venta en la galería, que muestra a mujeres semidesnudas con cierta actitud desafiante pero con bolsas de papel en la cabeza para ocultar su identidad– deja fuertes sensaciones contradictorias: patetismo y comicidad, temor y coraje. Transgresión de fronteras físicas: corporales, geográficas… Unas meras estampillas les permitirán viajar a donde sea.

Como sugiere la artista surafricana Marlene Dumas, la imagen de la mujer está indisolublemente ligada a conceptos impositivos de belleza y de los que no se escapa el arte. Sin embargo, el arte es el mejor terreno para hurgar en ellos y de hecho, es precisamente ahí donde su rigidez discriminatoria ha perdido más valor. Lo bello en el arte, a partir de la posguerra europea, empezó a verse más y más como señal de fascismo, intolerancia y miopía estética. Ese “tabú” hacia lo bello se ha ido erosionando en las prácticas artísticas de vanguardia, para darle cabida nuevamente, pero en sentido mucho más abierto, subversivo y heterogéneo. En el ámbito específico de la mujer, artistas tan dispares como Louise Bourgeois o Cindy Sherman rechazan el concepto pasivo –léase misógino– de belleza y la entienden como una actividad creadora, no una simple noción; actividad que debe reanudarse todo el tiempo. En cuanto a la obesidad, a menudo es objeto de esmerada atención en el arte, e incluso, diríamos, de culto. Basta pensar en las pinturas de Botero, Jenny Saville o Lucien Freud, y en las series fotográficas de Ariane Lopez-Huici o los autorretratos de Laura Aguilar. No hay que olvidar, sin embargo, que todo se mantiene dentro del mundillo seguro y protegido del arte.

Cochez nos habla de la compleja amalgama de dolor, anhelo y miedo, y de la “constante batalla por la auto-aceptación”, pero el suyo no es un arte meramente confesionario. En cada obra hay un elemento celebratorio, humorístico o entrañable. En cada una parece haber la voluntad, consciente o inconsciente, de crear belleza. Cierta belleza convulsiva, como diría Bretón, gestada a partir de la vergüenza que despierta en ella –y en la gran mayoría de nosotras– la belleza idealizada.

El neón, medio predilecto –por chillón– de bares y pequeños negocios que anuncian sus ofertas nocturnas en cualquier ciudad, le sirve a Cochez para gritar su vergüenza: FAT IS SHAME. Solo que el delicado tono rosa envuelve al grito y lo transforma en guiño seductor.

Sus grandes acrílicos son autorretratos o retratos de niñas y mujeres en el acto de devorar algún dulce. Cuánto deleite y placer de los sentidos hay en estos cuadros luminosos cuyos protagonistas se nos muestran en un primerísimo plano que parece violar su intimidad más secreta y anhelada. El éxtasis que provoca la entrega total, el abandono erótico al objeto del “pecado”, no puede ser más elocuente. El sentido de urgencia y de suntuoso abandono se ve exacerbado por los colores vibrantes y los caleidoscópicos patrones de fondo.

La muestra también incluyó un par de hermosas fotografías en blanco y negro de la artista posando con el torso desnudo. Son parte de la serie CK Me (o “calvinkleinízame”), que hace alusión a la conocida publicidad que hizo icónica la imagen de la súper modelo Kate Moss  y su heroin look. Las imágenes fueron captadas durante un período en el que había bajado mucho de peso, aunque podemos ver las huellas de su pasada obesidad. María Raquel Cochez mira directamente al espectador con una calma seductora y segura, muy segura, de su belleza.
*La exhibición individual “The Trouble with Food” tuvo lugar en agosto de 2009 en el espacio cultural Diablo Rosso, ubicado en el Casco Antiguo de la ciudad de Panamá.


Carla García de los Ríos y Adrienne Samos




August/ Agosto 
2009